viernes, 31 de mayo de 2013

Volviendo al tema de las mascotas y los niños

Esta mañana viajé en colectivo con una mujer y su hijo pequeño. Empezamos a hablar y ella me explicó todos los inconvenientes que tiene la crianza de niños. Yo le repliqué que la comprendía porque tengo dos gatos propios y además me encargo de otro que es de mi vecino. Me miró consternada: "No se puede comparar un hijo con un gato", me dijo. Luego empezó a balbucearle a su niño: "Agú, bu bu, bebé", le dijo, y acto seguido le acarició la pelambre. No se lo dije, pero lo que ella hace es exactamente lo que hago yo con mis gatitos apenas llego a casa. Quizá la ventaja esté en que no les cambio pañales (pero sí la piedritas), ni crecerán para después odiarme o algo por el estilo, como seguro le pasará a la mujer que me topé, pues el niño que traía en brazos tenía la mirada definitivamente aviesa y diabólica. Mis gatos me miran siempre con ojos brillosos. ¿Por qué razón habría de cambiar esta felicidad por tener un mocoso egoista?

2 comentarios:

  1. Leído hace unos días en los diarios de Kafka, acerca de un lactante: "ese ser mísero y especialmente ridículo". Por otro lado, nunca se me hubiera ocurrido hablarle en esos términos a Julio.

    ResponderEliminar
  2. Yo sí le hablo así a mis gatos, hasta les preparé voces especial de acuerdo a cada coyuntura...

    ResponderEliminar